La práctica del Yoga es un viaje apasionante que nos lleva a observar, y en consecuencia a ir conociéndonos a distintos niveles, desde el cuerpo, la respiración, las emociones y la relación que tenemos con el entorno.

Poco a poco nuestra mente va acostumbrándose a observar, simplemente observar sin pasar al juicio.
Tomamos conciencia de mecanismos mentales, de cómo actúan nuestras creencias, nuestros hábitos, la imaginación o como nos atrapan los recuerdos.

Llega un momento en que me pregunto, ¿quién observa a través de la mente? Y aquí se me abre un espacio de silencio.

En este punto la práctica, para mi, es similar a entrar en una habitación sin luz, donde poco a poco los ojos se van acostumbrando a la obscuridad y con el tiempo ven lo que hay en la habitación.